El poder nos quiere tristes. La tristeza disminuye nuestra capacidad de actuar, anula la potencia que tenemos para cuestionar lo establecido y nos quita la fuerza para resistir. Las pasiones tristes, como el miedo, la tristeza y la culpa debilitan a las personas. El poder suele hacer todo lo posible por mantenernos en un estado emocional bajo, porque así reduce nuestra capacidad de actuar de manera libre y racional. Encontré estas reflexiones releyendo unos escritos de Spinozza, el reconocido filósofo, no el político, claro está.
Sus párrafos le fueron dando orden y ratificación a algunas conversaciones que repetimos entre mis diferentes grupos de amigos y de colegas.
“Tenemos que juntarnos más seguido, compartir nos hace bien”. “Volvamos a vernos pronto, es necesario hacernos el espacio para vernos y sabernos cerca”. Intenciones como estas se hacen cada vez más frecuentes. A pesar de que muchas veces, lo que tenemos para decir no sean noticias demasiado felices, estar junto a otros, nos devuelve la fuerza.
Hace un tiempo publicábamos aquí esa gran pregunta que nos ayuda a reenfocar nuestro camino “¿Qué le da vida a tu vida?”.
Y sí, los amigos, las conversaciones, el compartir, el refugio en quienes amamos y con nuestros incondicionales, nos regresan ese sentir más profundo de estar vivos, colaboran con una verdadera reconexión. Sabernos parte de una red que resiste, que sostiene y que muchas veces amortigua nuestras caídas, hace que la realidad tome una nueva dimensión
La tristeza nos incapacita para pensar con claridad y actuar con eficacia. La alegría, por el contrario, la aumenta.
Para los practicantes del budismo, nuestras “juntadas” tienen un nombre hermoso. Se llaman Sanghas. “Sangha se refiere a una comunidad, a una asociación, a un grupo de personas que comparten la vida, se sostienen, se dan refugio, generan pertenencia. Puede ser una comunidad simbólica, creada a través de esas relaciones que vamos tejiendo junto a otros y que forman parte de nuestra red. Son aquellas con las que nos sentimos a salvo, sin pose, sin máscara y con quienes podemos descansar y repararnos para volver a salir al mundo. Aquellos que nos nutren y nos sostienen. Guías, maestros, compañeros. Una hermandad”. Aprendí este concepto de algunas de las enseñanzas que comparte el sabio monje budistaThitch Nan Hat
Todos sabemos que compartir junto a otras personas alivia el pesar, y nos recuerda donde podemos hacer pie para resistir las turbulencias de este tiempo que nos invita o nos obliga a profundizar la transformación individual y colectiva. Hacerlo desde el enojo, el hartazgo y la lucha puede seguir siendo una usina para algunos; sin embargo, hay una fuerza superior que nos toma cuando nuestras acciones emergen desde un lugar correcto. “En Ética, expuse que la alegría es un motor fundamental para incrementar nuestra potencia y libertad, mientras que la tristeza es lo opuesto: una herramienta de debilitamiento. La tristeza nos incapacita para pensar con claridad y actuar con eficacia. La alegría, por el contrario, la aumenta. El odio, que es una tristeza acompañada de la idea de una causa externa, es más destructivo que cualquier otra pasión”. ( Ética, III, Proposición 13), explica Spinozza y afirma: “Al liberarnos de las pasiones tristes y vivir en alegría, alcanzamos nuestra verdadera naturaleza y somos capaces de resistir cualquier poder que intente dominarnos. Necesitamos cultivar el conocimiento adecuado y la alegría activa , aquella que surge de entender nuestras propias pasiones y actuar en armonía con la razón”, nos aconseja.
Spinozza habla del poder, pero no hace referencia solamente a un poder político. El poder que pretende dirigir y diseñar nuestra realidad es mucho más grande e invisible. Justamente en estos tiempos, quienes podemos percibir el cambio de época y entenderlo desde otros lenguajes, sabemos que hay un tiempo que se termina y que estamos en las vísperas de otro nuevo mundo que emerge sostenido en pilares diferentes, que en realidad no son tan novedosos. Dios mediante, seremos testigos y protagonistas de su creación, de la emergencia de un espacio y tiempo diferente basado en aquellos principios que nos hace verdaderamente humanos y que quedaron postergados por la ignorancia y la confusión.
Hace unos años. Hawkings organizó “El mapa de la conciencia” como resultado de años de investigación sobre nuestras emociones. Sus conclusiones fueron bastante similares a las de Spinozza. Los niveles más bajos de energía están ligados a la mentira, a la ira, al ego, y vibran por debajo de 200. Los más altos, por supuesto, están asociados a la alegría, gratitud, a la verdad y al poder. Según Hawkings, la mayoría de la humanidad se ubica por debajo de 200, esclavizada en un loop sin fin de miedo, ira, culpa, vergüenza y sinsentido.
Sin pretensiones de reducir a algunos párrafos todo lo que para él era la conciencia, cuando debía explicarlo en su modo de divulgador, solía decir que la conciencia podía ser considerada como una especie de lente, un filtro sobre la realidad. Por esta razón, las personas con estados diferentes de conciencia observan, piensan y sienten un mismo evento de forma distinta. Ratificó “con ciencia” de qué forma nuestro cuerpo se vincula con saberes que nosotros solo intuimos posibles. Nuestras células están conectadas con otro tipo de información que excede la comprensión de nuestra mente consciente. Escribí sobre ello hace unos años en “El mapa de la conciencia. La posibilidad de actuar desde una mejor frecuencia”
Muchos de nosotros, con gran esfuerzo y práctica cotidiana, intentamos sostenernos en ese estado intermedio que es donde los cambios se precipitan: el estado de coraje y de integridad, en el intento de vivir con la mayor coherencia que nos sea posible de alcanzar.
En Ética, Spinozza hace unas recomendaciones para que podamos recuperar la alegría. Este logro es posible cuando entendemos nuestra naturaleza y actuamos en concordancia con ella. Algunas recomendaciones de Spinoza para vivir con alegría.
- Conocer y comprender nuestras pasiones.
- Cultivar la alegría activa.
- Liberarnos de las pasiones tristes que nos esclavizan y nos hacen débiles.
- Guiarnos por la razón para trascender las emociones negativas y así promover nuestro propio bienestar y el de los demás.
- Recuperar la verdadera libertad que es la que brota del entendimiento.
- Aceptar lo inevitable con serenidad.
- Entender lo que está fuera de nuestro control para vivir con mayor serenidad.
- Vivir en comunidad y actuar para el bien común.
“El ser humano es un ser social por naturaleza, y al actuar en beneficio de los demás, también promovemos nuestra propia alegría”, afirma el filósofo.
En medio de la vida cotidiana, caótica y exigida, muchas veces me sorprendo tarareando “El himno a la alegría”. Sus párrafos me hacen sonreír y siento como si algo desde mi interior me quisiera hacer un guiño para recordarme que va a estar todo bien y que esas ensoñaciones que a veces me sorprenden, pueden aún manifestarse en esta realidad, así que aquí comparto un pedacito de su letra para que la cantemos muchos más.
Escucha hermano la canción de la alegría
El canto alegre del que espera un nuevo día
Ven canta sueña cantado
Vive soñando el nuevo sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos
Que así sea.