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El impactante testimonio de la activista afgana Laila Basim: “Vivir bajo las leyes de los talibanes es sufrir una muerte lenta”

La economista describió las atrocidades que ha presenciado y sufrido bajo el régimen fundamentalista, incluyendo la pérdida de un hijo que gestaba y el asesinato de vecinas por no seguir las rígidas leyes de la sharia

En un impactante testimonio en primera persona, la economista y activista afgana Laila Basim relató cómo las restricciones del régimen talibán han empeorado las condiciones de vida para las mujeres del país, con pérdida de trabajos, la prohibición de asistir a escuelas y universidades, hostigamiento y violencia generalizadas.

“Vivir bajo las leyes de los talibanes es sufrir una muerte lenta”, asegura Basim en una columna de publicada el domingo en el diario El País de España.

La joven activista, de 30 años, describió cómo perdió su trabajo en el Ministerio de Economía tras el regreso de los talibanes al poder en agosto de 2021 “Ese día, desempleada, confinada en mi casa, me vi a mí misma como una pobre mujer sin posibilidad de luchar para cumplir los sueños a los que aspiraba”, escribió. Desde entonces, agregó, la situación no hizo que empeorar: “El ascenso de los talibanes implicó una lista interminable de restricciones para las mujeres”.

Basim se refirió a los numerosos decretos aprobados por los talibanes que afectaron negativamente a las mujeres. En marzo de 2023, el Ministerio de Educación anunció que las mujeres no podrían asistir a las escuelas, y en diciembre del mismo año fueron expulsadas de las universidades. “Desde entonces, ninguna mujer ni niña mayor de 12 años puede ir a clase de ningún tipo en mi país”, explica la autora.

Esta prohibición también se extiende a la vida social y profesional: las mujeres han sido purgadas de sus puestos de trabajo en la administración, no pueden ir al médico o viajar solas a más de 70 kilómetros sin la compañía de un hombre; tampoco pueden ingresar a un parque público o en un jardín ni elegir marido.

El relato de Basim incluye la dolorosa experiencia personal de haber perdido a su hijo que gestaba tras la represión de una protesta en agosto de 2022. “Los talibanes nos dispersaron con disparos, nos forzaron a refugiarnos en un sótano. Tras encontrarnos, entraron y nos sacaron a palos”, narra. En ese momento, debido a los golpes recibidos, Basim sufrió un aborto espontáneo al volver a su casa.

Además de su testimonio personal, Laila Basim ofrece una visión de las atrocidades que ha presenciado en su provincia natal, Badajshán (noreste). Describe haber visto el asesinato de una vecina joven a manos de su hermano por oponerse a un matrimonio forzado, así como la lapidación hasta la muerte de dos mujeres por no llevar el hijab en público. “Vi cómo los talibanes condenaron a 70 personas, incluidas 11 mujeres, a las que castigaron en público”, detalla. “También he visto a clérigos tachados por los talibanes de infieles y ejecutados a balazos, y cadáveres de chicas jóvenes que aparecen por las mañanas en las aceras. Son demasiados crímenes para contarlos todos o recordarlos”.

Estos actos permanecen en gran medida ocultos a los ojos de los medios de comunicación internacionales, según Basim.

 Laila Basim durante una protesta en Kabul (Getty Images)Laila Basim durante una protesta en Kabul (Getty Images)

En su lucha contra la opresión, Laila Basim se unió al Movimiento Espontáneo de Mujeres Manifestantes de Afganistán, saliendo a las calles de la capital Kabul para pedir igualdad y justicia y protestando contra el cierre de escuelas y universidades. Sin embargo, estas protestas son peligrosas. Un día, al llegar temprano a la plaza donde había convocado una manifestación, fue interceptada por un oficial de inteligencia talibán. “Me advirtió de que si no desconvocábamos la manifestación se llevarían a las que participaran, incluyéndome a mí, de manera que nadie volviera a saber de nosotras nunca más”, afirma. “La amenaza me aterrorizó tanto que no fui capaz de otra cosa que no fuera bajar la cabeza y abandonar la plaza”.

La represión también llegó a su hogar, asaltado y registrado dos veces en el mismo día por miembros de la inteligencia talibán. Debido a estos incidentes, Basim ha cambiado de residencia cada tres meses y, cuando la situación se volvía demasiado peligrosa, se refugiaba en su provincia natal, Badajshán.

A pesar de estos desafíos, no dejó de protestar. “Los talibanes no cejaron en su hostigamiento”, recuerda, refiriéndose a los múltiples intentos de las autoridades por cerrar una biblioteca que Basim y otras mujeres fundaron en Kabul, llamada Zan, que en dari significa “mujer”.

Esta biblioteca tenía un doble propósito: promover la lectura y la cultura entre las mujeres y niñas y demostrar su oposición a los talibanes. Sin embargo, el hostigamiento cotidiano por parte de los talibanes finalmente forzó su cierre. “Recibíamos llamadas de teléfonos conminándonos a no abrir más”, detalla Basim.

El régimen talibán también afecta a las jóvenes que buscan educación universitaria. Basim describe cómo su sobrina, que estaba desesperada por no poder continuar sus clases de Ingeniería, se unió a una manifestación frente a la universidad en Kabul para exigir su reapertura. La policía intervino y arrestó a seis mujeres, incluida la sobrina de Basim. “Las interrogaron durante seis horas y fueron obligadas a grabar declaraciones en vídeo antes de ser puestas en libertad bajo fianza”, cuenta.

Laila Basim asegura que vivir bajo las leyes de los talibanes es sufrir una “muerte lenta”.

“Estoy casada, tengo una hija pequeña y puedo asegurar después de estos tres años que vivir bajo las leyes de los talibanes es sufrir una muerte lenta”, finaliza su columna en El País. “Pero a la pregunta de si tengo miedo a firmar este artículo de denuncia la respuesta es simple: no, nunca. Me han pegado, perseguido e insultado, pero voy a seguir protestando”.

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