El padre Pablo Ferreira reveló la cruda realidad de la ciudad más pobre del país y el impacto en los más vulnerables
En Resistencia la pobreza alcanzó niveles alarmantes. Según datos del INDEC, el 76,2% de la población vive bajo la línea de pobreza, convirtiéndola en la ciudad más afectada del país. En este contexto, el padre Pablo Ferreira, sacerdote jesuita de la parroquia San Javier, ofreció un testimonio desgarrador sobre la realidad que enfrenta a diario.
«En estos 8 años hemos visto la degradación y un aumento de la pobreza», afirmó en diálogo con un medio nacional Ferreira, quien llegó a la parroquia en 2016. El sacerdote destaca que el rostro más doloroso de esta crisis son los niños: «El rostro más lacerante de la pobreza y penoso es el de los niños y niñas que recibimos en nuestros hogares».
La situación se ha agravado notablemente en los últimos meses. «En los últimos cuatro meses recibimos a seis nenas en el hogar», revela Ferreira. Estas niñas, de entre 4 y 11 años, llegan en condiciones deplorables: «Vienen derivados por la línea 102, que, digamos, justamente sufrieron en su propia carne, en su propia historia, las consecuencias de la pobreza, pobreza material, pero pobreza moral también».
El sacerdote describe casos desgarradores de abandono, violencia y abuso. «La última nena que entró hace un mes, no puedo decir el nombre porque es menor, pero justo no nos habían avisado y vino aferrada al asistente social que la trajo, una nena de cuatro años», relata.
La parroquia San Javier no solo proporciona alimento y refugio, sino que también busca devolver la infancia a estos niños. «Estamos que estas nenas vuelvan a ser niñas», explica Ferreira. Les brindan escolarización, actividades extraescolares y un ambiente seguro.
El aumento de la pobreza se refleja en la creciente demanda de ayuda. «En los últimos cuatro o cinco años notamos que hubo un incremento. Eso lo notamos también porque se triplicó la cantidad de pan que nosotros compramos para los sándwiches de las personas en situación de calle», señala el sacerdote.
Ferreira subraya que la crisis no solo es económica, sino también moral y afectiva. «Uno ve la pobreza no solo en la comida diaria, cuando las nenas dicen, padre acá comemos cuatro veces al día, el desayuno, almuerzo, merienda, cena. Muchas de esas nenas tenían que mendigar en la calle, o eran maltratadas, o eran abusadas», lamenta.
A pesar de la dureza de la situación, el padre Ferreira mantiene la esperanza. «La fe es lo que nos da fuerza», afirma. «Nosotros tenemos mucha fe que estas niñas se puedan recuperar. A lo largo de unos 30 años pasaron decenas de niñas así y ahora tienen su familia, hijos, es decir, que se pueden recuperar».
Fuente: Infobae