Hubo una frase de Toto Caputo en su reciente participación en el encuentro anual de la American Chamber que pasó algo inadvertida para los medios, pero de la que todos los empresarios y dirigentes sindicales tomaron nota: al referirse a su desagrado por el hecho de que los precios de lista no reflejan la «inflación real», dijo que eso, a su vez, derivaba en un exceso a la hora de negociar los aumentos de salarios.
Esta fue su frase textual: «Entiendo perfectamente el productor que remarcó los precios pensando el escenario que los economistas pronosticaban y la reacción natural de no querer bajarlos por las dudas. ‘Mejor hago una promoción’, dicen, y es normal, pero tiene consecuencias porque después el INDEC no capta eso y dice que la inflación es tanto y cuando toca negociar las paritarias se toma un salario que no es. Ahí todo se distorsiona».
La sola alusión a «un salario que no es» y la posibilidad de que una paritaria pueda distorsionar la economía llamó la atención del mercado. Primero, porque suena contradictorio con el discurso liberal de no interferir en las libres contrataciones entre partes del ámbito privado.
Pero, además, porque presupone que la inflación no solamente se explica por «un fenómeno monetario en todo momento y en todo lugar», como dice la definición de Milton Friedman que gusta citar el presidente Javier Milei. Lo que el ministro está aceptando tácitamente es el temor a que las expectativas puedan transformarse en un obstáculo para la baja de la inflación, y que paritarias con aumentos altos puedan desatar la espirar entre precios y salarios.
Estas definiciones parecieron confirmar los temores que varios dirigentes sindicales venían expresando en los últimos días. El primer llamado de atención fue el de la paritaria de camioneros, que había acordado un aumento alto -25% para el sueldo de marzo y 20% en abril- pero que todavía no ha tenido homologación.
Los economistas que participan en la encuesta REM prevén que la inflación de marzo será de 14,3% y la de abril 12%, mientras que el gobierno apuesta a que se registrarán niveles de aumento menores, en el entorno de 12% para marzo y 10% en abril. Y empezó a flotar la sospecha de que la falta de homologación para el gremio camionero estaba vinculada a una decisión de Caputo sobre enviar señales más contundentes de la moderación inflacionaria.
Ya muchos gremios, en el arranque del año, habían firmado aumentos por encima del 30%, basándose en el intento de recuperar el golpe del IPC de diciembre, que había cerrado en 25,5%.
La vuelta del «techo Moyano»
La paritaria de camioneros entró en zona de conflicto la semana pasada hubo una reunión en la Secretaría de Trabajo, que finalmente pasó a cuarto intermedio sin resolver el tema porque faltaron representantes de parte del sector empresarial. No se trató de un «faltazo» inesperado: hay una interna entre las cámaras de las empresas grandes y las transportistas pymes del interior, que se quejan de no haber sido consultadas en la inclusión de un pago por adicionales y un aporte extraordinario para la obra social sindical.
Afirman que no pueden pagar esa mejora, que hace que los transportistas chicos queden poco competitivos frente a los grandes, en una insinuación de un pacto entre las grandes empresas del sector y los Moyano.
A su vez, el sindicato no tuvo dudas sobre cómo interpretar la situación: lo calificaron como un boicot y advirtieron que habrá una escalada conflictiva con paralización de actividades.
Pero, sobre todo, desde el inicio de ese conflicto está sobrevolando la sospecha de que en la paritaria de camioneros había algo más que una disputa interna entre los transportistas, sino que el gobierno estaba preocupado por no enviar una señal equivocada al mercado.
Después de todo, esta paritaria ha sido considerada, durante muchos años, como una referencia para el resto de la actividad. Y no por casualidad se hablaba, en la gestión kirchnerista, del «techo Moyano», que les marcaba informalmente al resto de los gremios el nivel máximo que el gobierno estaba dispuesto a convalidar.